martes, 28 de abril de 2015

Reunion año 2015




Dedicación de Antonio Martínez Yagüe a los asistentes al evento

Alumnos molineses

Aseguraba Ramón y Cajal que uno es de donde cursó el Bachillerato, frente a lo de Antonio Machado -más sentimental- que decía que uno es de donde nace al amor. Palabra de premio Nobel que veraneaba en Anguita y Jaraba. Seguro que las dos condiciones las cumplen el centenar de antiguos alumnos que este sábado, como cada dos años desde 1993 en abril, se reúnen en la capital del Señorío y el Barranco de la Hoz para poner al día sus recuerdos, remozar viejas amistades, nunca perdidas, e intentar seguir la pista a los que están lejos. Siete cursos compartidos y 40 años transcurridos dan para mucho.
Todos sesentones o casi tienen como principal vínculo sus ganas de seguir aprendiendo y haber estudiado en el antiguo Instituto de Molina de Aragón durante la segunda mitad de la década de los 60 y primera de los 70. Unos tiempos bastante grises, con inviernos duros, catarros eternos, algo de hambre, algún que otro capón, paseos por los Adarves y los típicos contratiempos. Pero, “en el momento y en el lugar oportuno, y con bastante libertad para lo que se daba en aquella época”, como recordaba Félix Mallén, de Orea, alma y motor principal de estos encuentros. Varios encontraron la tierra abonada y el amor propicio para echar raíces.
Algunos de los visitantes se dedican o han dedicado a muchos kilómetros, a la docencia,  judicatura, abogacía, veterinaria, arquitectura, ingeniería, empresa, banca, hostelería, periodismo o música. E incluso mandan la policía en Guadalajara o son alcaldes de Molina. Otros, más cerca, en la Yunta, Tortuera, el Pedregal, Sigüenza, Gallocanta o Cetina, ejercen la agricultura, “la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”, como escribió Cicerón.
Allí crecimos y aprendimos desde reglas básicas para ser honrados, hacer cuentas y hablar y escribir con propiedad, hasta geografía para situarnos en el mundo, trigonometría, física y química. Pasando por el sólido latín y griego de Don Alfonso, El Calvo, quien nos enseñó que en la antigua Atenas ya había siete palabras para designar el amor con sus matices. O que recordar viene de “cor, cordis” y significa volver a pasar por el corazón. Todos somos Molina. Como ocurre con las madres, tenemos con ella una deuda.


 A las puertas del Instituto nos vamos reuniendo







 
Y llegamos al barranco de la Hoz





















Algunos hacen vida comtemplativa en los pies del barranco

 




Y otros suben para admirar la belleza del barranco





 Y todos vamos acudiendo al lugar del condumio








Comemos...














 Hasta cantamos ...





























Alargamos la sobremesa con unas copas...



























Después de la sobremesa llegan las últimas fotos










Y ... la despedida














Hasta el año que viene que seguro que seremos más y lo haremos mejor ...